lunes, 19 de diciembre de 2011

Campanas al vuelo...

Bueno, parece ser que mi instinto me ha estado guiando bien y que no estoy haciéndolo tan mal con Plastilina. Desde que leo artículos, blogs, foros y demás sobre el tema de la crianza mi cabeza ha dado más y más vueltas a temas que antes...pues simplemente no eran temas. Y claro, esas vueltas han tenido el mismo efecto que en una madeja de lana: al final se ha formado un lío.
Porque claro, cuanto más se lee más opciones hay para elegir y cada cual con sus pros y sus contras. Ultimamente me quitaba el sueño precisamente eso: el sueño. O más bien el dormir. O mejor dicho como aprender a dormirse. Total, que empecé a agobiarme con Plastilina y su hora de irse a la cama y si estaría haciendo lo correcto o no.
Al final decidí dejarme llevar por mi instinto y seguir con las cosas como hasta ahora. Es decir, dormir a Plastilina en mis brazos, de una forma tranquila, con chupete o con pecho, caricias, canciones y susurros. Lo único que evitaba era darle mucho movimiento porque no quería que se acostumbrara a tenerme a mí dándoles vueltas por el piso. Más que nada porque cada día está más grande y cuesta llevarla en brazos.
El caso es que la mayoría de las veces se duerme pronto y todo el proceso no dura más de 10 minutos. Y, casi siempre, es algo que disfruto haciendo.
Pero...me dio otra vez por leer foros y...sólo encontraba casos de bebés que, o bien montaban un buen espectáculo para dormirse o bien lo que se dormían solitos en sus cunas. Pero Plastilina no era así: no tarda en dormirse pero no lo consigue sóla. Y esto me llevó a pensar...y por seguir así la cosa empieza a empeorar? Es decir, y si cada día va a necesitar más tiempo? y si mañana quiere también que la pasee, a la pata coja, con música jazz de fondo y sin pijama?
Y si..."para, para, para"-dijo mi instinto- de verdad crees que eso va a pasar?
-"Pues no"-le contesté.
-"Pues hala, a leer otra cosa que tampoco estamos para malgastar los pocos minutos de internet".
En esas estaba cuando ha llegado lo que hoy ha llegado. A media tarde he visto que Plastilina estaba cansada, la agarré en brazos y sus ojillos empezaron a cerrarse. Pero no quiso dormirse. Protestó tanto que decidí dejarlo. Así que ella se quedó en mis brazo y mientras yo , con la mano libre, me puse a chatear con una amiga con el móvil. A los pocos segundos oigo el ronroneo típico que hace Plastilina cuando va a dormirse. Miré y para mi sorpresa se estaba durmiendo!. Y se durmío! Así, sin ayuda. Esa sólita! Vale, que estaba en mi regazo pero eso ya es algo.
Pero la cosa no acaba ahí. Esta noche ha hecho lo mismo! La tenía agarrada, ha empezado a ronronear, a cerrar los ojos, ha protestado un poco pero no he hecho nada. Sólo le he dado un par de besos en la mano, le he acariciado un poco el cabello y punto. A los cinco minutos estaba dormida.
Estoy que no me lo creo! Y lo mejor es que esto me pasa hoy que estoy enferma y que su padre se ha ido de viaje!

jueves, 15 de diciembre de 2011

Nuestra primera pelea

Creo que tengo bastante paciencia. Bueno, depende de con quién, con qué y cuándo. Pero, en general, puedo decir que vine a este mundo con una cuenta corriente de paciencia bien llenita.
Hasta ahora con Plastilina esa cuenta me ha estado funcionando. Que la acababa de lavar, cambiar y vestir cuando se le ocurría hacer cosas en el pañal? Pues nada, con una sonrisa y un beso al cambiador. Que se despertaba por cuarta vez en menos de dos horas justo cuando yo empezaba a conciliar el sueño? No problem, le daba el pecho con amor o le daba arrumacos o lo que hiciera falta para que la pobre se volviera a dormir. Que sólo quería estar en mis brazos? Qué linda! Cuánto me quiere! Pues nada, se la agarra y con la mano libre se hacen malabares con el tenedor.
Y así iba, pagando y pagando de mi inagotable fuente de paciencia hasta que...sorpresa! la semana pasada, cuando echaba mano de esa cuenta...no encontré nada. Esto provocó un cruce de cables con el consiguiente cabreo con Plastilina.
Cuando los humos se apagaron me sentí fatal porque allí estaba yo aún echando chispas por la boca y allí estaba ella, sonriéndome, como si tal cosa. Como si no le hubiera acabado de pegar un buen grito. Y me sentí fatal.
Por mucho que mi cabeza me dijera que es normal, que todo tiene un límite, que no he sido la primera ni la última madre que se desquicia por "una tontería" no pude evitar sentirme como la peor de las peores.