viernes, 28 de junio de 2013

Examen de lenguaje

No sé cómo funciona en otros países pero en Austria hay una cosa llamada "Mutterkindpass", algo así que como "Pasaporte Madre-Hijo". En él se anota todo, desde el embarazo, pasando por el parto, hasta el desarrollo del niño hasta (creo) los 3 años. Es obligatorio pasar todos los controles médicos para poder recibir una ayuda económica del estado.

Este mes nos tocaba el control de los 24 meses así que allá que fuimos. Cuando la secretaria me dió una formulario para rellenar sobre el lenguaje de Plastilina me quedé un poco sorprendida porque no sabía que había algo así. Bueno, miento, lo había oído pero pensé que se hacía más tarde.

El caso es que me senté en la consulta a rellenarlo. Las preguntas eran del tipo qué idiomas habla su hijo en casa, cuál habla mejor, con qué edad decía ya 5 palabras, cuál es la frase más larga que dice y, por último, una lista de palabras que había que marcar en caso de que el niño sea capaz de decirlas. 

En principio algo fácil, ¿no? Pues no. No porque no sé bien si Plastilina habla mejor alemán o español. Creo que está bastante igualado pero no sé, por ejemplo, cómo habla cuando está en la guardería y todos hablan alemán. Tampoco recordaba bien cuándo llegó a decir 5 palabras. Como ya conté, empecé a enseñarle lengua de signos y esto lo aprendió pronto pero, ¿cuenta eso como "hablar"?. 
Después, la lista de palabras. Sí, algunas estoy segura de que las dice pero otras...en español, por lo menos, no se las he oído decir, ¿las dirá en alemán? Su padre estaba trabajando así que no podía preguntarle.

Al final lo rellené como pude pero sin agobiarme tampoco porque yo veo que Plastilina habla normal. Digamos que es del montón: ni tiene un lenguaje que tira para atrás del nivelazo ni tampoco chapurrea. Una cosa bastante normal. 

Dentro de la consulta el médico me preguntó si la lista de palabras tenía en cuenta una lengua o las dos y le dije que ambas. Bien, eso estaba muy bien, lo había hecho correcto. Menos mal! Había pensado que se me iba a poner en plan " Sólo en alemán" y ya casi que me había preparado un discurso sobre el bilingualimo, la multiculturalidad y todo eso. Pues no, todo bien. 

La segunda parte del examen era mostrar unas láminas a Plastilina con dibujos y pedirle que señalara uno en concreto. Algo así como "¿Dónde está la vaca?".  El médico me dijo que se las podía decir también en español si quería. Así que ahí está mi hija, escuchando en estéreo dos versiones de los mismo y contestando sin fallar. Increíble. Algunas palabras, sinceramente, pensé que no las iba a saber. 

La prueba fue superada sin problemas. El lenguaje de Plastilina está bien y dentro de un desarrollo normal. 
Y yo no dejo de maravillarme de ese milagro que es el cerebro y de todo el potencial que tiene.

martes, 25 de junio de 2013

Crónica de un disgusto anunciado

He esperado más de una semana para escribir la historia que sigue a continuación. Lo he hecho porque tenía tal cúmulo de emociones que necesitaba serenarme, tranquilizarme, calmarme y todo eso para evitar no decir barbaridades. 

Hace ya como unos 15 quince días Plastilina amaneció con unas legañas amarillas en los ojos. Se los limpié bien y nada. Al día siguiente, era un miércoles, seguía teniéndolas además de un poco de hinchazón en el ojo, algo así como un orzuelo. 

Como eso ya no pintaba bien la llevé al pediatra. Mi pediatra, tiene superpoderes porque, una vez.  con sólo ver a Plastilina a unos 3 metros de distancia y por espacio de un milisegundo diagnosticó una posible dermatitis atópica. Sus superpoderes ven a través de los leotardos porque, tiempo después, supo que esa piel seca (la posible dermatitis nunca más fue nombrada) era producto del clima. Sus superpoderes llegan tan lejos que, el otro día, con sólo mirarla dos milisegundos (démosle un milisegundo de confianza) supo que tenía una infección. 

Soltado así el diagnóstico se dió media vuelta, fue al ordenador, empezó a teclear y me dijo que le lavara el ojo con agua y con manzanilla y, que si se ponía peor le diere antibióticos. A continuación pasó a darme cita para la vacuna de las garrapatas (un día contaré esto). 

Bueno, pues allá que me fui a mi casa jurando y perjurando que esa había sido la última oportunidad que le daba y que ya lo iba a despedir como pediatra de Plastilina.

Al día siguiente, cuando nos despertamos, el ojo de mi nena era una bola enorme y roja. Su precioso ojito estaba totalmente cerrado a causa de la hinchazón. El susto que me di fue tremendo y tardé sólo unos minutos en vestirme, recoger mis cosas y llevármela al hospital.

En urgencias éramos las primeras pacientes pero tardaron un poco en atendernos. Se ve que era cambio de guardia y el médico no llegaba. Una vez en consulta comenzó el mal rato tanto de Plastilina como el mío. A ver, yo entiendo que hay que hacer pruebas, tomar la temperatura, verle los oídos, la garganta y todo eso pero no sé por qué no saben ser más pacientes y comprensivos con una niña pequeña. Fueron muy amables y profesionales pero si me hubieran dejado más tiempo seguro que consigo que Plastilina colabore sin necesidad de usar la fuerza. Ella siempre se porta bien en las consultas y hace lo que le digo pero claro, si la cosa empieza mal se pone a llorar y hay que volver a calmarla.

El caso es que con ella en mis brazos, llorando aterrorizada, me dicen que la van a ingresar porque la infección es seria y necesita tratamiento urgente. Y, claro, a mí se me saltaron las lágrimas. Era la primera vez que mi niña pasaba una noche en el hospital (claro, si no contamos cuando nació). 

Para mejorar la cosa tengo que aclarar que Chico no estaba porque esa misma mañana se había ido de viaje de trabajo y no regresaba hasta el lunes siguiente. Así que estar allí sóla, sin mi pareja, sin mi familia, me afectó bastante y, una vez en la habitación, me puse a llorar. 

Como no iba preparada para quedarme en el hospital pensé en quién podía llamar para que se quedara un poco con mi hija mientras yo iba a casa a tomar algunas cosas. Repasé la lista de amigos y, entre los que tiene hijos pequeños y no los pueden dejar sólos y entre los que estaban trabajando sólo me quedaba una amiga candidata para venir. Ella no contestaba al teléfono así que tampoco me valía. 

Mientras pensaba en qué hacer llamé a Chico para contarle la situación. "Llama a mi familia" me dijo. Os podéis creer que no habían pensado en ellos? Por qué? Pues porque, por desgracia, no los considero ni mi familia ni parte de mis amistades. Hablar de ellos me daría para muchos post pero es mejor que lo dejemos y nos centremos en lo que estamos. 

El post lo he titulado así porque, en ese momento, cuando decidí pedir ayuda a los Apolíticos, de verdad que tuve un momento de optismo y confianza en que ellos estaban allí para apoyar. Al fin y al cabo mi hija sí es parte de su familia, le he enseñado a darles besos a todos cada vez que los ve, les muestro fotos suyas para que sepa sus nombres, la llevo de visita para que se conozcan, le hablo de ellos...en fin, que he intentado que haya una relación de cariño, de afecto, de familia. 

Y, bueno, fue un disgusto anunciado porque una es tonta y se cree que la gente va a cambiar y que va a ser como uno quiere que sea. Porque al final soy una intolerante que no acepta los cambios y quiere ver lo que ha visto toda su vida.

Qué he visto toda mi vida? Que cuando uno se pone enfermo se le llama varias veces para ver como está; que llama a todos los familiares para decir que Menganito está ingresado/enfermo; que se le visita en el hospital; que se le pregunta si necesita algo; que se le lleva algo para comer, leer, pasar el tiempo, flores, algo. 

Qué es lo que hacen aquí? No llamar para no molestar, no visitar para que descanses y no llevar nada porque en el hospital te dan de todo. 

Eso es exactamente lo que pasó. El jueves, día del ingreso, conseguí que viniera mi cuñada y se quedara con Plastilina. No fue más de una hora en total. El viernes llamó mi suegra para decirme que vendría el sábado. El sábado llamó otra cuñada y la mujer de mi cuñado para saber cómo estaba Plastilina. El sábado vinieron mi suegra y mi cuñada (la que había venido al jueves) con una vaquita de peluche para mi hija. El domingo se presentó mi cuñada número tres que había llegado el día anterior de viaje. De todos, ésta fue la única que me preguntó si necesita algo y si quería que me trajera algo de comer (tengo que añadir que le acababa de decir lo poco que se comía en el hospital). 

El resto nada. El lunes mandé un sms a dos cuñadas para decirles que nos íbamos a casa. El resto no me llamó para saber si ya estaba mejor la niña y si estábamos en casa. 

Cinco días sóla en el hospital, sin salir de allí, con mi hija con los ojos tan hinchados que casi no veía (al día siguiente de llegar tenía los dos infectados), preocupada porque la cosa podía ponerse peor y las únicas personas que estuvieron allí para ayudarme fueron amigos,. Amigos a los que les agradeceré en el alma su preocupación y cariño. Ellos sí son más familia mía que aquellos que comparten sangre con Plastilina. 

Ah bueno, que lo mejor son los 3 sms en total que me envió Chico en 5 días y las 0 llamadas que recibí de él porque estaba en el extranjero y le salía caro llamar. No comments. 

Como decía antes, me doy cuenta de que no soy tolerante porque me niego a aceptar que ésta actitud tan austriaca sea " cultura" y me niego a que a mi hija se le pegue nada de eso.

martes, 11 de junio de 2013

Mi doble fantasma

Dicen que los niños aprenden por imitación, es decir, que aprenden lo que ven que hacen otros. En ese caso mi hija tiene una doble madre por ahí, una que sólo ve ella y de la que copia cosas porque si no cómo se explica que: 
  • se vuelva loca con los zapatos. Creo recordar que "zapato" fue de las primeras palabras que aprendió. Le encanta ir al cajón donde los guardamos y rebuscarlos y sacarlos y probárselos. Muchas veces ella es la que tiene que decidir cuáles se pone y se los tiene que poner antes de salir de casa (en Austria, los zapatos se dejan en la puerta). En su guardería, cuando la recojo, tengo que subirla rápidamente al carrito porque si no empieza a ponerse el primer zapato que pilla y luego no hay manera de quitárselo.
  • quiera elegir su ropa.A ser posible con algún gatito, pajarito, perrito...cualquier animal. Esto no pasa siempre, claro, pero como vea el cajón de la ropa abierto allá que echa la mirada y dice que "no" a cualquier prenda que yo quiera colocarle. Tiene que ser la que ella quiera.
  • le chiflen las cremas. Las del cuerpo, las de la cara, las de sol...es más, antes de salir incluso pide éstas últimas. Y no se conforma con que se las pongamos, no, a ella le gusta meter en dedo en el tarro, tomar un buen pegote y, hala, a encremarse.
  •  se esté volviendo adicta a los ganchillos. Esto aún no lo tiene muy decido porque unos días le gusta que se los ponga y otros no los quiere ni ver. Pero ha pasado de no tolerarlos para nada a pedirlos. 


    Bien, y ¿ por qué digo que esto no tiene explicación? Bueno, pues porque yo no hago nada de eso. Los zapatos me los pongo porque no me queda otra si no saldría de casa sin ellos. Tengo un pie bastante grande y apenas encuentro de mi número, con lo cual, es un suplicio comprármelos. No es la prenda a la que más atención le preste, la verdad.
    La ropa, pues sí, claro que me gusta ir mona pero, sinceramente, si voy al súper no le doy muchas vueltas a lo que me voy a poner. 
    La única crema que intento ponerme regularmente es la de la cara. Y sólo me acuerdo de la de día. Tengo muchas para el cuerpo pero pocas veces las uso. 
    Siempre llevo el pelo suelo, ni moño, ni coleta, ni diademas...como mucho un triste ganchillo negro de los de abuela para sujetarme un mechón del flequillo. 
    Ah, bueno, y lo que sí que no hago es lo que hizo Plastilina ayer: meterse papel higiénico debajo de la camiseta y decir "tetas"

lunes, 10 de junio de 2013

Pataletas

Pues ya están aquí. Las temidas pataletas ya han llegado y, según me han dicho, están para quedarse por una buena temporada. 

Empezaron la semana pasada de forma un poco sútil: un poco de llanto injustificado, una retahíla de "no-no-no-no-no", una mano un poquito larga que acaba en alguna parte de mi cuerpo, etc. 
Primero pensé que era mal humor, que había sido por el mal tiempo, por la fiebre...intenté justificarlo de mil maneras. Pero, cuando Plastilina  se tiró al suelo en mitad de la calle, pataleando, gritando y con mocos saliendo a raudales por su nariz sin razón ninguna, así de pronto, me dije que aquello no era ya normal. 

Desde entonces estos episodios de "niña-poseída-por-un-monstruo-chillón" se han repetido con distintas intensidades. Y yo no sé qué hacer. La verdad es que me pone muy nerviosa, se me acelera el pulso, se me sube la sangre a la cabeza y siento de todo: cabreo, frustración, nerviosismo, vergüenza, miedo, inseguridad, etc. Dice una amiga que es normal y que es la fase típica de los dos años así que no debo preocuparme. Sólo hay que decidir cómo salir del paso.

Y en eso estoy, en ver cómo aguanto ese chaparrón. Porque hay muchas teorías sobre lo que se debe hacer. Que si hay que ignorarlos, que hablarles normal, que llevárselos a otro lugar, que castigarlos, etc.

En fin, que si alguna madre caritativa lee ésto y me puede dar algunos consejos...pues le estaría muy agradecida. Mientras tanto investigaré por aquí y por allá a ver si me decanto por una u otra estrategia.

viernes, 7 de junio de 2013

Nervios de acero o ataque de nervios?

Ayer fue de esos días en los que una no da para sustos. Primero, Plastilina con fiebre sin saber de qué. Segundo, en el ascensor se pilla toda la mano con la puerta y no hay manera de sacarla. Tercero, se mete en la boca un tapón de un tetra park y casi se me ahoga. Cuarto, se pegó con la puerta de la nevera. Quinto, se pegó con la mesa del salón. 

Y qué hago yo? Cómo reacciona esta madre ante estas situaciones? 

1) Me espero al tercer día de fiebre para llevarla al médico a que me digan que no sabe qué tiene.La doctora me dice que espere un día más a ver cómo evoluciona. Lo comento con amigas y, la mayoría, me recomiendan que la lleve al hospital. Yo, con mi pachorra característica, decido esperar. Hoy no tiene fiebre y ha dormido estupendamente. 

2) Me pongo como una histérica a probar de todo: tiro de la mano, tiro de mi hija, tiro de la puerta...al final un rayo de inteligencia asoma y me dice que retire a Plastilina del sensor para que la puerta pueda abrirse y así liberar la manita de mi nena. 

3) Mi parte enloquecedora vuelve a aflorar y grito y me pongo nerviosa mientras que intento sacar el maldito tapón de la boca. Mientras, la vida sin mi hija pasa por mi mente. 

4) La agarro, la consuelo, le doy besitos, pobre, pobre, pobre, mi niña...

5) Qué? Otro golpe? Hija, que torpe estás hoy. Un momento que se me queman las lentejas. 

Ya en la cama, en frío, me puse a pensar en qué tipo de madre soy y en cómo suelo manejar las situaciones de accidentes. Y llego a la conclusión de que aún tengo que mejorar mucho porque, o bien me confío en que nada malo va a pasar y no veo los peligros, o bien el pánico me vence y no actúo con sangre fría.

Según dice mi madre esto de los golpes, caídas y demás sólo acaba de empezar así que más me vale espabilarme un poco.

domingo, 2 de junio de 2013

Visita de la abuela

Esta semana tenemos a mi madre en casa! Eso quiere decir mucha comidita rica, remendones de descosidos, más limpieza y orden y más horas de sueño. Un placer!

La pena es que el tiempo esté siendo un auténtico desastre (con inundaciones incluidas) y no podamos salir más. Pero, a pesar del gris del exterior, en mi casa brilla la luz. La luz de una SUPERMAMA, así, en mayúsculas. 

Qué os voy a contar de esas madres a la antigua que hacer las mejores sopas, que con dos cosillas te hornean un bizcocho que es la envidia de todos esos nuevos cup cakes tan de moda, que saben remedios para todos los males, que tienen una paciencia infinitiva, que te regañan como si aún tuvieras cinco años, que se quedan con los nietos para que los papás duerman un poquito más, que son las mejores abuelas. 

Y, teniendo aquí a mi SUPERMAMA no puedo evitar comparar. Sé que no está bien, que cada persona es como es y todo eso pero...es curioso ver cómo mi madre, que vive a casi 3.000 kilómetros de distancia, ha hecho más cosas con Plastilina que su Oma (abuela en alemán) que está a 30 kms. 

Para empezar la Oma no ha cambiado ni un pañal, no le ha hecho ninguna papilla o biberón, no le ha contado cuentos, no la ha dormido, no le ha limpiado la nariz, sólo ha desayunado y cenado una vez, no ha jugado con ella, no le ha hecho cosquillas, no le ha hecho madalenas, no la ha peinado ni bañado...y así una larga lista de "noes". 

Oma es una mujer agradable, es buena, hospitalaria a su manera, me ha aceptado en su familia de muy buena gana, se ve que quiere a Plastilina y se alegra mucho cuando vamos a verla. Sin embargo, no puedo sentirme un poco triste cuando pienso que mi hija se está perdiendo muchas cosas buenas de mi madre.

La suerte es que podemos ir bastante a España a visitarla y que mi madre es muy lanzada y le encanta venir a vernos. Así que, al final, haciendo cuentas, Plastilina pasa más tiempo al año con su abuela que con su Oma. Un tiempo que, no sólo es mayor en cantidad sino también de una calidad estupenda.